dissabte, 14 de març del 2020

El beso


Avui vos duc una petita historia que m´ha suggerit la fotografia d'abaix. L'exercici havia de descriure la imatge però encara que no hi hagués imatge el text havia de tenir significat


El beso



Hacía ya meses que Max había salido al mar y Adela no veía el momento de su regreso, mientras, impaciente contaba los días que faltaban para su regreso; Adela ocupaba sus tardes en la tienda de objetos extraños que quedaba cerca de su casa, en la que la propietaria, cuando estaba de buen humor le explicaba ardides y arducias, trucos que tenían aplicación real para la vida. Así, Adela aprendió a preparar un sabroso guiso sin necesidad de ponerlo al fuego, leer las cartas que recibía sin tener que abrir el sobre, o hacer que las cosas cambiaran de tamaño a placer. 
Por fin llegó el día del regreso, Adela acudió al muelle del oeste para recibirle, estaba radiante, se había puesto aquel vestido que tan bien le sentaba y que Max le había regalado. Impaciente aguardaba que Max cruzará la pasarela para reunirse con ella. Tan pronto como se encontraron se fundieron en un largo abrazo, besándose apasionadamente. Mientras se besaban, Adela hizo el truco que más le gustaba, transformando el odioso barco de Max en una delicada miniatura de barco de época. 

dijous, 12 de març del 2020

De año en Año

Buenos días queridas y queridos,

¡Cuan olvidados os tenía!!!
Hoy os quiero comentar mis novedades. Ya sabéis de mis aficiones, por este orden o viceversa, no lo tengo muy claro. Fotografía, libros, plumas y escritura (incluye papeles y tintas)
Después de estilográficas y lectura, ha ocurrido lo que parecía más lógico; me ha dado por escribir. De a poquito, sólo para ir probando y para empezar.

Estoy participando en un taller breve de relato corto (TBDRC) que coordina una persona brillante y con ganas de ayudar. Tiene una cuenta en Patreon y si os apetece, podéis también apuntaros.

Hecha esta introducción, voy a dejaros mi primer relato corto, ¡a ver qué os parece! (con foto, claro)




Al alba

Antes del amanecer, desde mi dormitorio se escuchan unos gritos agudos, como de mujer en apuros, no puedo entender si dice alguna palabra o alguna frase, son sonidos ininteligibles. Después de oír los gritos y después de una pausa, se escuchan ruidos de mudanza, como si alguien cada día cambiara todos los muebles de sitio. Todo esto transcurría sin que yo pudiera adivinar de dónde provenían tales ruidos, algunos días me daba la sensación que venían del piso de enfrente, otros del de arriba, o también desde el piso de mis vecinos de planta, incluso alguna vez pensé que provenía de mi armario. Por más que me obligaba a permanecer despierta y atenta a cualquier ruido, todas las mañanas me encontraba tan desorientada como las anteriores.

Hablaba con máxima prudencia con los vecinos de inmueble. En la portería tampoco tenían información alguna; nadie parecía haber escuchado tales gritos y ruidos. Llegué a pensar que eran imaginaciones mías.

Por casualidad, un día regresé a casa a una hora desacostumbrada. Un matrimonio ya muy mayor, que antes nunca había visto, estaba entrando en la finca de al lado un gran número de gatos, muchos de ellos muy jóvenes, también se encontraba algún gato bien fornido. Vigilantes estaban de que nadie presenciara sus maniobras gatunas, no se dieron cuenta que yo les estaba observando desde un rincón inaccesible a sus miradas. De uno en uno los iban introduciendo en unas cajas con rejilla y que de inmediato tapaban con unos trapos para que nadie pudiera ver su contenido y también para que los gatos al quedarse a oscuras dejarán de maullar y no supieran donde les llevaban.

Me las ingenié para saltar la valla e introducirme subrepticiamente entre los tablones abandonados del patio. Hasta poco antes del amanecer nada ocurría en aquel patio tan descuidado. Escondida tal como estaba, desde mi observatorio pude ver como la pareja de ancianos, dejaban salir uno a uno los cientos de gatos que allí había y con infinita paciencia les enseñaban a cantar ópera con sus maullidos. Impasibles los dos ancianos, que debían ser sordos, seguían una y otra vez, haciendo que los gatitos, gatas y gatos, aprendieran las notas de una famosa aria.
Tan pronto empezaban a despuntar las primeras luces del día, rápidamente introducían de nuevo la animalería en sus gateras, las colocaban de nuevo en pila que tapaban con hules enormes, dejándolo todo como si fuera un jardín trasero abandonado. Entonces entraban en la casa y no volvían a salir hasta la noche siguiente para seguir con el ensayo operístico.


Espero os haya gustado. Un abrazo y ya sabéis: salut i fotos!